Por: Fernando Gómez González
Cuando el Florenciano Carlo Callodi, publicó por primera vez su historia en un periódico italiano, entre los años 1882 y 1883, bajo el nombre Storia di un Buranttino (Historia de un títere) y le avventure di pinocchio (las aventuras de pinocho) nunca imaginó que la tragicomedia, que el soñó y que se desdibujo en el paso del tiempo por interpretaciones subjetivas, suaves y vanales (Si hacemos referencia a Disney 1940, pero eso no tiene ya lugar acá) , encontrarían siglos después una mente disruptiva que pudiera ver en la imperfección la verdadera belleza.
Esta obra de arte, porque no tengo palabras para describir el trabajo del director Mexicano Guillermo del Toro y su codirector Mark Gustafson, quienes durante casi quince años trabajaron con la técnica de Stop -Motion para darle vida al mejor estilo del Frankenstein de Mery Shelley, a una película que pertenece en palabras de algunos expertos al género de fantasía oscura.
Muchas han sido las diferentes adaptaciones que la obra de Callodi ha tenido al paso del tiempo, pero la que nos presenta del Toro y su equipo, es un mundo totalmente humano y a la vez bizarro, que rosa la frágil línea de la fantasía y el existencialismo. Hablando de existencialismo cabe resaltar la influencia del gran filoso Alemán Artur Schopenhauer, sobre el hilo dramático de la película y, sobre todo, como fuente de inspiración de nuestro querido Sebastián J. Grillo, quien en ocasiones cita frases del gran filosofo como ejemplo: “Ay dolor, la vida es un intenso dolor” haciendo referencia al hecho del existir.
Pinocho de Guillermo del Toro | Tráiler oficial | Netflix
Pinocho, es una evocación a las emociones y los sentimientos más efímeros y escondidos del ser humano; en esta adaptación podemos ver el dolor de un padre desgarrado por la tragedia de la pérdida de un ser amado, el rostro de la guerra, la ignorancia del hombre y los tabús de la fe hacia lo desconocido. Un Pinocho que basa su existir en la desobediencia, que reta la autoridad y las reglas impuestas de la sociedad; Un Geppeto humano, que reta a su dios creador, bajo el efecto de la ira, algo que nos recuerda el libre albedrio del hombre, algo que Miguel Ángelo nos demostró en la capilla Sixtina y marco época en el renacimiento. Encontramos al hombre en sus diversas facetas la ambición, el orgullo, el poder, la bondad, el miedo, el amor y la esperanza; los rostros de las emociones que cubren el lienzo de esta obra animada.
En pinocho la vida y la muerte son dos caras de una misma moneda, son representadas por seres mágicos e imaginarias de mundos extraños, algo del sello personal de Guillermo del Toro en un universo de criaturas excluidas, lo cual ha evidenciado en otras películas exquisitas como por ejemplo “la forma del agua 2017; El laberinto del fauno 2006; Hellboy 2004; cronos 1993” (por citar algunas obras de arte) y donde otra vez, nos muestra la belleza en las imperfecciones. Para el director mexicano, en sus propias palabras no fue solo Stop Motion, fue arte hecho realidad, el plantea en diversas entrevistas que el género de la animación está muy desvalorado, cuando es un arte puro, en lo que, si con lleva, la inspiración, dedicación, constancia, creatividad, re invención y evolución.
En casi 1 hora y 50 minutos que dura la película, me quedo corto para poder expresar en palabras la diversidad de matices emocionales que esta cinta me hizo experimentar y sentir, solo puedo invitarlos a verla y poder acompañar a sus protagonistas a un viaje único, donde si nos permitimos abrir nuestras mentes más allá de la percepción podemos reír como un niño, amar como un padre, soñar como un artista, y, sobre todo, comprender que la esencia de la eternidad es un viaje de soledad y lleno de muchos recuerdos, porque en palabras de Sebastián J. Grillo “lo que debe pasar, pasa. Y un día ya no estamos”.
Fuente: Guillermo del Toro presenta su "Pinocho" en tiempos de Mussolini, producida por Netflix.
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