UN SALTO SIN REGRESO (FEBRERO 2006)

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Por: Alejandro Barbosa Valderrama.

Existen todavía personas en nuestra sociedad actual que tienden a calificar y vincular el rock con el tema de las drogas. Gente que levanta el dedo y señala sin piedad a los jóvenes que por tener el cabello largo, vestir de jeans rotos, algunos con parches o logos de bandas de rock o metal o llevar también pantalones de cuero ajustados con pinta de harlistas, vestir de negro o calzar botas militares; califican de drogadictos.

¡Por favor! ya los tiempos no son los de antes. El rockero colombiano se prepara, estudia en un colegio o universidad, trabaja, tiene familia y además asiste con todo respeto a los conciertos de sus bandas favoritas o disfruta de la música de su gusto en el bar que lo complace y en el que se siente bien, como parte de aprovechar sus ratos de esparcimiento y de tiempo libre.

Sólo hay unos pocos quienes por falta de autocontrol, personalidad y y quizás por ausencia de principios y valores de familia se dejan llevar por el vicio y utilizan el rock como excusa para "meter" y de paso arruinar el rato de su grupo de amigos y el ambiente de las personas que ellos aún no conocen.

¿Por qué se pierde la paciencia y la tolerancia con algunas personas, en la escena del rock actual?

Porque según mi opinión falta más carácter y conciencia de lo que significa tener de cerca a un enemigo como la droga que consume individuos sin una firme personalidad que persiguen nuestra música para "escapar" de sus miedos y problemas, sin saber que cada día se llevan por delante a la gente que les rodea y de paso su vida misma.

Amigo lector del fortín, éstas sí, son señales de alerta para el rock porque quien convive con personas viciosas y se empeña en tratar de ayudarles cuando éstas no se dejan o se involucra en "paisajes de colinos" puede estar a punto de dar un salto sin regreso.

 


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