Por: Javier Barrero
lemuroculto@yahoo.es
Una de las cosas más difíciles en la vida del ser humano es la comunicación, otra aún más compleja es el entendimiento. De eso no cabe la menor duda.
Resulta duro creer que para ver a una verdadera máquina de hacer Death Metal la organización haya tenido que utilizar un espacio tan reducido. No es posible. Pero tuvo que hacerlo. En fin, vimos un espectacular concierto gracias a Dismember. Algo parecido a esto sucedió la noche del 27 de septiembre del año en curso.
82 con 14, plena Zona Rosa de Bogotá, un espacio ajeno para el metal, la memoria traiciona, pero no recuerdo un concierto de metal extremo de un grupo internacional por este lado de Bogotá. Metal extremo, recuerden, extremo.
Apenas 300 invitados tuvimos el honor de presenciar a cincos suecos que hicieron hasta lo imposible por dar un gran concierto. Lo hicieron. Con casi 20 años de vida musical, no se podría esperar menos. Dismember durante su trayectoria ha demostrado que es toda una institución en eso que los teóricos del metal llaman Metal Sueco. Para mí, creo no ser el único, es Death Metal tal cual.
Antes de que los suecos azotaran al público, Esmat, banda de Death Contemporáneo calentó el ambiente, casi media hora descargó el grupo. Buen comienzo. Después Atavi, una conocida banda con mucho kilometraje, con su temática social con mucho tinte étnico, durante media hora nos recordó quienes somos y de donde venimos. Buena presentación.
Apenas unos pocos minutos pasaron para que sobre la tarima se montaran cinco señores que, sin temor a exagerar, lo dejan todo en cada toque. Liderados por el carismático Matti Karki, Dismember con mucha entrega acabó con la poca tranquilidad que cualquier alma de las presentes pudiese tener, pero valió la pena. Canción tras canción, el grupo sorprendía, parecía imposible que uno de los grupos que ha influenciado a miles más, estuviera tan cerca y tocando tan espectacular como lo estaba haciendo.
David Blomquist, guitarrista líder nos dio una cátedra de humildad y de conocimiento con cada riff que tocaba. La entrega con la gente fue total. El grupo se contagió de eso y se vivieron momentos que la memoria demorará en borrar.
Canciones, de todas las épocas, del álbum debut de 1991 Like an Ever –Flowing Stream tocaron (que me acuerde): Bleed for Me, Dismembered y Skin Her Alive, del trabajo Indecent & Obscene de 1993 Reborn in Blasphemy, del cd de 1997 Death Metal sonó Misanthropic, pero sin lugar a dudas fueron dos temas los que terminaron por destrozar el cerebro de más de uno: Under a Bloodred Sky del trabajo más reciente de Dismember, prensado este año y con el nombre mismo de la banda y, sin lugar a dudas, Casket Garden de su impresionante Massive Killing Capacity de 1995, ese acabó con todos. Simplemente, alucinante. Sonaron otros más, no recuerdo cuales.
80 minutos compartidos con una de las mejores bandas de Death Metal que existe en el planeta. No hubo necesidad de mayores cosas, apenas un sonido básico y la increíble actitud de unos suecos que nos llevaron de paseo por un jardín lleno de ataúdes bajo un cielo rojo sangriento.
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