No sabía cantar. Ni tocar ningún instrumento. Pero se le recordará siempre como uno de los personajes clave de la escena punk en Nueva York. Fallecido este martes a los 62 años por causas aún no determinadas aunque se sabe que llevaba dos años luchando contra un cáncer-, Jimmy Webb fue uno de los más celebrados estilistas de las últimas dos décadas, además de amigo, consejero y lo que hiciera falta de figuras como Iggy Pop, Henry Rollins, Duff McKagan (Guns n’Roses), Ace Frehley (Kiss) o Chris Stein (Blondie). “Todas las botas de tacón cubano que compré entre 1987 y 2011 se las compré a Jimmy”, tuiteó la noche del martes Sebastian Bach, líder de la banda de hard rock Skid Row.
Antes de convertirse en el alma y la imagen de Trash & Vaudeville, la célebre tienda de , Webb fue un niño con problemas y un joven con adicciones. A los 16 años dejó el colegio en su Wynanstkill (Nueva York) natal, se enroló en una universidad pública en Connecticut y, antes de poder presentarse al primer examen, ya se había cansado. Metió todas sus pertenencias en una funda de almohada y aterrizó en Nueva York en 1975.
“Si los pantalones no te duelen, no sirven, no son rock and roll”. Así explicaba uno de los pilares de su filosofía estética a la revista New Yorker en 2007. Webb siempre creyó que la clave de la imagen del rock se halla en los pantalones, algo que supo transmitir no solo a su clientela habitual, sino también a celebridades pop como Justin Bieber o Beyoncé, para quienes ejerció de estilista.
Vogue le calificó como el el dependiente oficial del rock, cargo que ostentó en Trash & Vaudeville hasta que en 2017 decidió abrir su propio negocio, I Need More. A la inauguración acudieron decenas de estrellas y amigos de Jimmy, un tipo que logró ser parte de una escena y tener en su agenda de contactos a David Johansen de New York Dolls o a Debbie Harry, pero a la vez esconder unos pantalones en la trastienda para un chaval que se había enamorado de ellos pero aún no tenía dinero suficiente para comprarlos.
Jimmy Webb fue lo que en inglés se llama un scenster, que sería algo así como un tipo que forma parte de la escena, aunque muchas veces no se sabe, ni se quiere saber exactamente qué papel juega en esa escena. En su caso estaba claro y, a diferencia de casi todos los que han sido calificados así en la historia del rock, logró infiltrarse sin ser ni un caradura ni un arribista. Sino un tipo capaz de declarar en la revista Vogue que claro que se puede ir a la oficina con pantalones sadomaso: solo hay que arrancarles las correas.
FUENTE : EL PAÍS
Comentar