Por: Alejandro Barbosa V. Especial para El Fortín del Caballero.
Cuando se sueña despierto por la pasión que se tiene hacia una causa es cuando nace el deseo permanente de investigar los acontecimientos que marcan un movimiento que diariamente acompaña la vida de este servidor.
El Rock and Roll es tal vez una de las cosas más hermosas que pudo inventar la civilización humana y lo enuncio como algo recto y puro porque muchos aún no pueden comprender como en Francia por allá en los años de 1967 y 1968, mientras los estudiantes dejaban a un lado el temor y decidían gritar a viva voz por una causa que hacía mucho tiempo les oprimía y les rondaba la cabeza como era: “Cuanto más hago el amor, más me siento como si estuviera haciendo la revolución; cuanto más hago la revolución, más me siento como si estuviera haciendo el amor”, que se menciona en el artículo: “Tras la senda del flautista” que hace algún tiempo nos regalaron dos grandes autores como son: Marcos Quiroga y Lucas Oscar Iannone, nacía en El Reino Unido una de las bandas más importantes de esta generación musical: Jethro Tull.
Con cuatro muchachos que dejaban a un lado su timidez e inocencia, después de la disolución de sus respectivas bandas de blues: (John Evan Band y Mc Gregor’s Engine) y se lanzaban a la piscina de la música con un potencial enorme y el talento que sólo pueden explotar quienes sienten y aman lo que hacen. Como se menciona en un artículo de El Expreso Imaginario que quizás amigo lector usted no tenía ni idea que existía. Sin embargo debo citarlo por ética con sus autores y por mi aprendizaje apenas en crecimiento y desarrollo como se habla de un niño cuando apenas siente curiosidad por aprenderlo todo antes de sus siete años. Lo mio es este cuento del rock y voy a ser un retransmisor de la historia, con análisis por supuesto.
Los integrantes de Jethro Tull en sus inicios eran: Ian Anderson, y junto a él, el guitarrista Mick Abrahams; el bajista Glenn Cornick y Clive Bunker detrás de los parches. Juntos, en un principio, fueron “Navy Blue”; “Ian Henderson’s Bag ‘o Blues” y “Jethro Toe”. Poco después nombraron al grupo con el ciertamente desafortunado nombre “Candy Coloured Rain” (Lluvia color caramelo). Finalmente, convencidos de que con ese nombre no saldrían de pobres, Ian Anderson bautizó a la banda con la gracia de un granjero inglés, muerto doscientos veintisiete años antes: Jethro Tull”.
En un famoso club de Londres: “El Marquee” tenían lugar las primeras apariciones en escena de Tull, noches llenas de virtuosismo y las primeras venias luego de repertorios creativos con inspiración propia más sonidos salidos del alma. Así lo recuerdan aquellos amantes de la música de esa época como Manolo Bellón, un reconocido locutor radial conocedor y experto en el tema de rock and roll. En ese entonces la banda servía como telonera de Procol Harum y Fleetwood Mac, y así ganaron el reconocimiento del público en el festival de jazz y blues de Sunbury.
Lo anterior sirvió como punto de partida para grabar “This Was”, en el que los músicos de Tull compartían las influencias traídas de sus bandas anteriores. Es así como comienza a sobresalir un líder como en todo proyecto artístico y tenía que ser Ian Anderson que se imaginarán ustedes el peso que tuvo en Jethro Tull por sus ganas de sacar adelante a la agrupación sin importar los detractores y la marcha atrás de artistas no comprometidos con las ideas y objetivos propuestos. En aquella época también existían diferencias musicales como sucedió con Mick Abrahams, quien decide dejar la banda.
Aportes de los expertos
El compromiso de contar el desarrollo de la historia de Jethro Tull como banda completa en todo el sentido de la palabra pues su aporte nunca será negado por los músicos de hoy conduce a este comunicador a encontrar a otro ícono del grupo que ingresa en este para hacerlo más grande. Según Marcos Quiroga, autor de una de las tantas historias que se han tejido alrededor de Tull comenta que: “sale una guitarra y entra la otra mitad de la leyenda”.
1969 fue el año en que se editó “Stand Up”, el segundo disco, con Martín Barre encargado de la guitarra. Esto significó al menos dos cosas: la primera de ellas fue –tras el suceso del álbum- la apertura hacia Europa y EE. UU.; mientras que la segunda fue la definitiva dirección de escritura musical de Ian Anderson.
Una marca registrada desde temprano por la banda, que iría desde lo clásico al folk, deteniéndose en el jazz y enfocándose con convicción en lo étnico, utilizando para ello tanto el formato acústico como el más complejo género del rock progresivo.
Cabe destacar que si Martín Barre fue la segunda mitad de la leyenda, vale establecer algunas características de la mitad restante, la más importante: el hombre que introdujo la flauta a la música rock, aquel que no balbuceaba al incluir en sus composiciones el sonido de la mandolina o de las flautas y silbidos étnicos, mezclándolos con el crudo y depojado sonido de la guitarra acústica. El cerebro detrás de la criatura, el responsable de las texturas sonoras del variado repertorio de Jethro Tull, era –sin dudas- Ian Anderson.
“Siempre he pensado que soy un músico y no un predicador. No me puedo permitir subir al escenario y decirle a la gente qué está bien y qué está mal. Mis canciones cuentan historias sobre la vida cotidiana y aquí y allá voy a deformar la realidad un poco, de manera de que el oyente no pueda saber exactamente como encaja todo”.
A veces irónicas, a veces paródicas y en ocasiones simplemente críticas y controversiales, las letras de las canciones de Jethro Tull fueron protagonistas de algunos episodios polémicos. Uno de ellos ocurrió luego de la edición de “Aqualung” (1971), el cuarto disco de la banda, sucesor de “Benefit” (1970) y aún recordado por los fans como el favorito. El álbum fue censurado en algunos países porque la letra de la canción que daba nombre a la obra remitía casi directamente al deseo que un viejo vagabundo experimentaba sentado en un banco de una plaza mientras miraba con malas intenciones a un grupo de niñas jugando.
Este viejo era “Aqualung” y Anderson lo llamaba amigo en la canción. Por otra parte, de su pluma se desprendía una presentación en la segunda cara de LP titulada “My God” y el mensaje que transmitía era el siguiente: “Al principio el Hombre creó a Dios, y lo hizo a su imagen y semejanza. Y el Hombre dio a Dios multitud de nombres, que podrían ser Señor de toda la tierra, cuando le conviniera al Hombre”.
En el año 1972 Jethro Tull se embarcó en un original proyecto que consistía en editar su 5to álbum “Thick as a brick” con forma de periódico. Mientras que “Aqualung” hablaba de malas intenciones y religión, este disco edificaría el concepto de un mundo que ante sus ojos observa desfilar –atónito- las más variadas lacras sociales.
”La prolífica carrera discográfica de Tull continuaría en la década del ’70 editando uno y hasta dos discos por año. De esa época fueron los conceptuales “A pasión play” (1973); “War child” (1974); “Too old to rock n’ roll... too young to die” (1976); “Heavy horses” (1978), entre otros”. Así se desarrolla el pensamiento de Marcos Quiroga, quien merece reconocimiento por la dedicación que le dio a su artículo de Jethro Tull en “Expreso Imaginario”.
Entre cintas y sintetizadores
La década del ’80 encontró a Jethro Tull intentando diferenciarse musicalmente del pasado. Ya habían integrado la banda numerosos músicos y aunque todavía le deparaban varios cambios de plantel, Ian Anderson y Martín Barre continuaban el legado de los primeros años.
El primer disco de la banda en la década fue “A” (1980), cuyo título surgió de las cajas que contenían las cintas de grabación, rotuladas con esa letra. Este nuevo Jethro duró poco. Para 1982 regresaban a las viejas formas musicales para dedicarse en 1984 a la grabación de “Under Wraps”, plagada de teclados y sintetizadores.
No satisfechos con ese sonido volverían –una vez más- al clásico sonido en 1987, con “Crest of a Knave”. Mientras tanto, Anderson desarrollaba otra prolífica carrera, pero como solista, que duraría hasta bien entrados los años ’90. De hecho, el último álbum que registró data del año 2003.
Pero volvamos a Tull. En 1989 salió “Rock Island”, y Ian Anderson terminó de cansarse de los arreglos de teclados y sintetizadores para regresar a la esencia del grupo: las raíces acústicas.
En los ’90 volvieron a demostrar algo de la energía de antaño editando discos año tras año entre 1990 y 1992, dos álbumes en el ’95 y llegando al fin del milenio con un nuevo concepto: la posibilidad de expandir la historia y la música de Jethro Tull a través del ciberespacio.
www . J – Tull . com
La banda publicó en 1999 un álbum con nombre de website. Aunque también podría decirse que abrió una página web y decidió utilizar el dominio para bautizar el disco: “Lo gracioso es que empezamos este sitio al mismo tiempo en que comenzamos a escribir el material para nuestro disco. Es como si ambas cosas estuvieran conectadas de una u otra manera”.
Esto les permitió ingresar en el nuevo milenio siendo la 5ta banda que más discos vende a través de Internet en el mundo, mientras que las nuevas tecnologías de difusión se hicieron presentes al comienzo de 2002 ante el lanzamiento de un DVD y un CD en forma conjunta registrando una actuación en vivo.
35 años después de su nacimiento, y cuando pocos apostaban a un regreso de Tull a los estudios de grabación, una vez más la banda dejó a muchos boquiabiertos con la edición del álbum integral “Christmas Album” (2003). Un disco navideño con canciones tradicionales, nuevas composiciones y re-versiones de viejas piezas del grupo relacionadas con la Navidad.
“La navidad, ¿una aspirina para el alma, o una celebración del nacimiento y la vida de Cristo y pavo frío? Tendría que ser un poco de las dos, ¿no?”, tal como escribió Anderson en el booklet del CD, concluyendo: “Y si lo podés condimentar, un feliz año nuevo”.
Ian Anderson y Martin Barre, pilares fundamentales de la larga vida de Jethro Tull, se dedican a otras actividades. Barre toca además con “Stage Left”, pero Anderson –algo más original- tiene una granja en la que cultiva raras especies de ajíes “putaparió” y donde además cría y estudia 26 especies de pequeños gatos salvajes. En su haber figuran más de una vieja motocicleta de competición, un par de armas deportivas y aunque no tiene un auto lujoso y deportivo, todavía guarda un saxofón que prometió nunca tocar. Lo suyo con la flauta parece ser definitivo: “Eso es lo que siempre he hecho".
“Compré mi primer flauta en 1970 cuando tenía unos 20 años. Compré una flauta, un órgano de boca y un “tin-whistle” irlandés en el mismo día. Siempre he amado los instrumentos acústicos. En el primer disco de Jethro Tull toqué mandolina y en el segundo balalaika. Soy el señor unplugged en Jethro Tull”.
Ya lejos de aquel hirviente contexto que los vio nacer, y luego de 2500 conciertos en más de 40 países y con alrededor de 60 millones de copias vendidas, el agua corre aun bajo el puente, al igual que la sangre en las venas de Anderson. Ante algunos críticos que van y vienen, y muchos locutores de radio que se preguntan acerca de la continuidad de Tull (pensando que ya se habrían retirado y dedicado a la pesca), el flautista continúa preguntándose: “Y ellos ¿qué saben?”
Referencia: Artículo: “Tras la Senda del flautista”. Escritores: Marcos Quiroga y Lucas Iannone. Interpretación y divulgación autorizada a Alejandro Barbosa. Artículo publicado en El Fortín del Caballero Negro con el debido respeto de los derechos de autor. Más información en: www.expresoimaginario.com
Lo más bello de estar vivo es reconocer el legado y aporte que nos dejan músicos, poetas, escritores, cineastas, actores de teatro y todos los que como usted, sueñan con dejar algun día un aporte valioso para la humanidad. Viva el rock por siempre!
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