Desde siempre hemos soñado con la venida de Rob Halford y sus Judásicos Presbíteros para recordarnos una vez mas que hay que “romper la ley”, o con La doncella de hierro haciéndonos vibrar con un “número de la bestia” o por que no “santificándonos el nombre”, sin embargo, esa tan amarga y negada posibilidad es producto de nuestros propios actos. Atrás han quedado los carros bomba que asustaban a los artistas y hacían pronunciar la negativa respuesta de tocar en el territorio del más rico café del mundo, aunque persista el conflicto armado entre grupos alzados en armas, pero hace parte de nuestro recuerdo la visita apoteósica y hasta caótica de los Guns n’ Roses con Axl y Slash tocando “LLuvia de noviembre” en el Estadio El Campín mientras el clima hacia honor a su lírica; o la estampida de hombres vestidos de negro en el Parque Metropolitano Simón Bolívar para honrar a Metallica demostrando que la cultura por el género no estaba muerta.
Pero todo ha dado un giro inesperado, y son pocos los artistas que hoy nos visitan, no por los temores de la guerra que soportamos, si no por la poca acogida que reciben, la mala organización de los eventos y la carencia de importancia que se les brinda. No he de criticar el festival de rock que celebramos hacia el mes de octubre, Rock al parque, pero este se encuentra invadido por otros géneros que se alejan de la cultura del cuero negro, las extensas melenas y los entubados, teniendo la participación de tan solo uno o dos grupos representativos opacados por corrientes electrónicas divulgadas a tope por el comercio, ese mismo que no reconoce que la mayor afluencia de publico en el mismo certamen del año anterior fue cuando Apocalyptica hacia vibrar mas de 100.000 corazones, esos mismos que día a día piden mas y mas artistas de talla real dentro del metal tocando en nuestro país.
No he de negar que somos también culpables de la involución del género, y para esta afirmación me sitúo frente al escenario sumergido en el mar de gritos y sudor, pues si son pocos los grupos que nos visitan, en algunas ocasiones no brindamos la importancia que ellos merecen o simplemente nos dejamos llevar por un instinto que nos hace vulnerables a la ignorancia y culpables de la mala imagen de la que gozamos en el exterior, citando rápidamente dos situaciones que reflejan mi posición; hablaré brevemente del concierto que Sodom hacia el año pasado brindó en Bogotá, en el que la organización tuvo que pasar serios trabajos con la logística del evento y en la que por el afán de disfrutar de una de las bandas más representativas de Alemania, el numero de colados era elevadisimo y se hacía imposible pagar los gastos que un evento de esos generaba, por otro lado, el de Quiet Riot y Baron Rojo en la misma ciudad en la que la asistencia fue super baja por no catalogarla de desértica de acuerdo a la trascendencia de las dos bandas, de modo tal que ningún empresario se arriesgara a traer a mas artistas y otras bandas se negaran a venir.
No sin olvidar que el costo de una boleta para un concierto es bastante alto y pone a los seguidores entre la posibilidad doble de asistir y ver a la banda en vivo, o simplemente comprar el cd hasta pirateado y disfrutar de esta en el reproductor rodeado de amigos al calor de unos buenos vinos; o alguien ha pensado cuanto valdría una boleta de Judas Priest, si este se presentara en nuestro país..?? Unos 120.000?? Desde luego que la banda los amerita pero la comunidad metalera no es la mas adinerada, es la que hace sacrificios con tal de reunir el dinero para poder asistir a los toques.
Es cierto que la cultura nace y se fortalece en casa, aunque esta sea influenciada por los británicos, nórdicos, ibéricos y demás, pero echemos una mirada a nuestro propio talento, ese que se esta condenando a decaer o desvanecer no por su carácter underground, si no por el poco apoyo que brindamos a los nuestros, a pesar de la estampida de bandas nacientes dentro del territorio nacional pero para las cuales la consolidación dentro del género es una utopía y los que lo lograron hoy solo son el recuerdo, parte de un legado que se pierde poco a poco.
Al paso que vamos y sin ser trágico en el artículo que hoy publico he de concluir que somos culpables de la decadencia metalera aunque Helloween, Dream Theater, Stratovarius, Rhapsody, Carpathian Forest y hasta los mismos Cradle of filth nos hayan visitado, pero depende de nosotros que la venida de los grandes sea una realidad.
Carlos A. Hewitt
(La iguana del metal).
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